lunes, 20 de abril de 2015

Juanito el Caminante

Si juntás la m con la a, suena más o menos “ma”, 1981 repeticiones después ya sabés leer, eso sí, siempre señalando con el dedito y aplausos mediante; uno abandona, sin voluntad y para siempre, el analfabetismo con el que nos parieron, chau al verdadero pecado original, esa mochila que nunca más nos va a pesar. No es una elección, yo no elegí leer, tampoco me acuerdo de mi primera palabra, ni mi primer libro, leo porque algunos (que me quieren bien) decidieron por mí, jamás les reprocharé tal decisión.

Cartillas, notas, carteles, cuentos y canciones, pasaron y… obvio, llegaron los significados, prospectos de pastillas, revistas,  modos de empleos de champús, pizarrones, pupitres desprolijos, casi sin poder decidir, la ingesta lectora cada vez era más ingesta, en distintos continentes, diferentes países, distintos WC donde leer. Yo siempre fui lector de distancias cortas, un WC me alcanzaba para leer.

Leer llegó a ser placer por los sabores, leer tenía un sentido, y por fin leer fue voluntad y la voluntad de leer apuntaló mi juventud, “lo que no se da, se pierde”, mis “escribientes” me regalaron para siempre el Uruguay que ahora conozco, la palabra inmortal, el patrimonio de los orientales.

Ahora, remando llegamos a un mundo donde los muertos son lo que escribían para apuntalar mi juventud, primero fue Benedetti y ahora Galeano, mis “escrbientes”, a los dos los tuve enfrente, a ninguno les di las gracias, dramas de mi vida, cruces que tendré que acarrear.

Me duele infinito esta muerte tuya Eduardo Galeano, me impregna de rabia, ¿por qué los malos viven tanto?, ¿por qué vos no? No digo inmortal, pero si lo suficiente para otro café en el brasilero.