Para darte las gracias…
las gracias totales, digo,
las gracias en serio,
tendría que sentarme un buen rato,
seguramente frente a algún trozo inconmensurable de océano,
empujarme al precipicio,
recorrer caminos,
cruzar fronteras,
recuperar sellos
en un pasaporte vencido,
perderme del todo
y perder la esperanza, por fin,
de salvarme y salvarte,
ser uno y multitud
Para darte las gracias enteras e infinitas
tendría que recuperar enemigos y franquezas,
descaminar consejos,
abrir puertas,
volver a comerme un sinfin de helados...
de sabores equivocados,
esperar en la mayor de las plazas,
ver pasar la gente y fijarlas para siempre,
caminar, al menos, veinte o treinta cuadras,
al sol de fuego lento.
Para las gracias totales,
tendría que disolverme,
en ese océano efervescente.
Para dar las gracias,
así,
totales e infinitas,
para abrazarlos a todos,
tendría que deshilacharme,
deshacerme, en definitiva,
en miguitas,
corrientes y banales miguitas de pan.
Para dar las gracias totales,
tendría que cruzar el río,
sin duda,
tendría que recorrer el puente…
Y en esta pereza infinita,
en ésta, mi patria agorera,
en este miedo casi atroz a no llegar,
a quedarme a dos o tres segundos de las gracias a hierro forjado...
me quedo,
en las gracias parciales,
las chiquitas,
las temporales,
abrazar dos o tres amigos,
ir hasta la calle,
descalzo,
y en la calle
la casita verde,
y en la casa mi rincón tranquilo,
digamos, sentado a la mesa.