martes, 28 de agosto de 2018

El segundo...

El segundo no es el primero.
La primera vez que metes los pies en el mar, la primeras veces, el primer viaje en bici, el primer escalofrío que te recorre la espalda, las primeras sensaciones, el primer gol, las primeras zapatillas de correr, el primer momento que te llena de vacío el estómago . El primero siempre será único, el primer maratón, por ejemplo, siempre será París y será especial, muy especial, especialísimo. Praga era el segundo, la distancia no era un enigma, pero tampoco terminarlo era tan sorpresa como la primera vez, creo que en cada tirada larga, en casi todas las series y en más de una vuelta al óvalo, me repetí “lo hiciste y lo vas a volver a hacer”, así que el segundo era la confirmación pero no el descubrimiento.
En esas andaba yo cuando me dijo #senseitigre que “el segundo no es el primero, pero también es único, solo hay una segunda vez”. Tienes razón, una vez más, tienes razón caro amico… solo hay una segunda vez de las cosas que pasan en la vida, solo hay una segunda vez que te metes en este charco, y solo hay un equipo y solo había una meta.
En Praga, volví a correr los 42195 metros que separan la salida de la llegada, distancia que aún a día de hoy me parece sideral, volví a correr, a disfrutar, a sufrir, a llegar, sí, volví a llegar, a gritar durante 700 metros que esto es para toda la eternidad, volví a sentir que este gaucho no se agacha, volví a llorar como una maldita magdalena y volví a sacarme una foto con “el amigo” que me metió en todo este lío, la medalla, la bandera y el amigo.
Praga fue la segunda vez de muchas cosas, y también fue descubrimiento, este camino lo he hecho más acompañado que nunca. Praga ha sido el primer maratón del RE.M.O., mis queridísimos, mis hermanos, el recorrido ha sido lindo, ha sido el maratón del mariscal y sus ritmos, de los tercios y el agua con gas, he hecho más kilómetros que nunca en el Retiro, en casa. Sí, Praga ha sido el segundo y ha sido especial, muy especial, especialísimo.

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