martes, 28 de agosto de 2018

La foto


No es fácil explicar la foto, y no será corto, aviso. Una cosa es describirla, decir, por ejemplo, que en la foto aparecen dos tipos, dos, como tantos otros, trepados al murito de Trocadero para encuadrar la Torre Eiffel, el marco que se repite una y otra vez en las cámaras de los turistas. Dos tipos que sonríen y muestran la medalla, la medalla del éxito conseguido, éxito que les dibuja una sonrisa, y al fondo, como burlándose, el cielo plomizo que no parece el cielo de esa misma mañana, cuando esos dos tipos, juntos a otros muchos tipos y tipas igual de locos, corrieron los 42195 metros que separaban la salida de la llegada.
Pero explicarlo… ahhh explicarlo es mucho más difícil, es una cosa mucho más seria, mucho más profunda, exige hablar de cerrar una herida abierta, de pagar una deuda pendiente, de levantar la cabeza. Obliga a hablar delos muchos kilómetros recorridos, de miedos superados, de dudas, de dolores, de nuevos compañeros de fatiga.
Pero explicar esa foto, ese segundo inmortalizado para el resto de la eternidad, exige fundamentalmente, hablar de amistad, porque los tipos de la foto además de guapos resulta que son amigos, uno soy yo, el otro “el amigo”, el amigo porfiado y cabezón que me quiere bien, y que me acompaña siempre a la muerte, el amigo que me llevó en definitiva a la meta. La meta que hace más de cuatro horas y media estaba a la distancia sideral de 42195 metros de la salida, la meta que estaba a cientos de kilómetros de aquel infame día de Abril donde prometí no volver a correr nunca más “por el resto de mi vida”, porque la lluvia, el frío y correr solo, me partieron el corazón.
Ese tipo, la meta y el arco verde, el arco de “mi triunfo”. En ese momento, siento bajo mis pies el adoquinado centenario de París, y los gritos de la gente, que son todos para mí, veo que sí, que va a ser posible, que por fin va a suceder, que estoy llegando, que lo tengo al alcance de mi mano, y escucho mi nombre, y es mi primo Darío y es ella, Susana, que agita la bandera, y es mi bandera, y me emociono y pienso en todas las veces que supe que no iba a llegar y ahora estoy llegando, y no puedo parar de llorar, y lloro, y llego y se me inflama el corazón y estoy por fin y para la eternidad, al otro lado de la meta, después de tanto tiempo, estoy justo un paso al otro lado de la meta. Y solo se me ocurre decir gracias y gracias, gracias “al amigo”, gracias “a ella” y gracias a esa familia que son los tigres, y entre los tigres, gracias al primero de todos ellos, #senseitigre, porque nunca me dijo ni que “si” ni que “no”, pero me dijo "como" y me inoculó unas impresionantes ganas de llegar.

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